<p>El camino al otro lado del río te conduce hasta un espeso bosque cuyas ramas forman un dosel tupido sobre tu cabeza. Un deslumbrante mosaico de luces y sombras cubre el sendero, que serpentea entre árboles altos y verdigrises. Poco a poco, el camino se torna más difícil: los retoños han crecido entre las piedras del pavimento y a uno y otro lado te envuelve el follaje. El túnel concluye súbitamente al borde de un escarpado valle, aunque el sendero no se interrumpe, sino que baja tortuoso hasta una rápida corriente.</p>\r
<p>Apremias cautelosamente a tu caballo a que descienda y así llegas a un grupo de miserables cabañas de troncos. El orín y la podredumbre han hecho mella allí, pero aún puedes distinguir los restos de lo que fue antaño poblado minero, dedicado a la obtención de oro. Sobre una puerta abierta cuelga desvencijado un cartel de madera que se balancea a impulsos de la brisa. Ha perdido buena parte de su pintura y la tabla muestra signos recientes de estocadas, pero aún son legibles las palabras: POBLADO DE KAIG.</p>\r
<p>De esta abandonada aldea minera parten dos veredas. Una asciende hasta abandonar el valle; la otra sigue la corriente hasta su fuente, entre los montes de nevadas cumbres de la sierra de Eru.</p>\r
<p>El camino al otro lado del río te conduce hasta un espeso bosque cuyas ramas forman un dosel tupido sobre tu cabeza. Un deslumbrante mosaico de luces y sombras cubre el sendero, que serpentea entre árboles altos y verdigrises. Poco a poco, el camino se torna más difícil: los retoños han crecido entre las piedras del pavimento y a uno y otro lado te envuelve el follaje. El túnel concluye súbitamente al borde de un escarpado valle, aunque el sendero no se interrumpe, sino que baja tortuoso hasta una rápida corriente.</p>\r
<p>Apremias cautelosamente a tu caballo a que descienda y así llegas a un grupo de miserables cabañas de troncos. El orín y la podredumbre han hecho mella allí, pero aún puedes distinguir los restos de lo que fue antaño poblado minero, dedicado a la obtención de oro. Sobre una puerta abierta cuelga desvencijado un cartel de madera que se balancea a impulsos de la brisa. Ha perdido buena parte de su pintura y la tabla muestra signos recientes de estocadas, pero aún son legibles las palabras: POBLADO DE KAIG.</p>\r
<p>De esta abandonada aldea minera parten dos veredas. Una asciende hasta abandonar el valle; la otra sigue la corriente hasta su fuente, entre los montes de nevadas cumbres de la sierra de Eru.</p>\r